22 abril 2010



¿Cuándo? Posiblemente la última cena del verano pasado. ¿Dónde? En la isla de moda, en el clásico restaurante para gente guapa. Era tarde ya, y solo quedaban dos mesas. En una apuraban la copa una pareja de treintañeros. En la otra, tres hombres que les sacaban un par de décadas estabán en animada conversación. Se comportabaan como si estuviesen solos, elevando la voz, sin pudor, de un modo que a alguien le hubiese podidomolestar. O interesar, como así fue.

Lo cierto es que el trío era francamente dispar. Pocas cosas tenían en común. Por ejemplo, y quizás la más significativa para nuestros observadores era que los tres eran empresarios, y por lo que habían escuchado empresarios de éxito ( y de esos no quedaban muchos en verano del 2009). Ese era el nexo que podía intuirse entre ellos, ya que por lo demás las diferencias resultaban chocantes, como el hecho de que pareciesen llevarse tan bien siendo así. A los ojos de ella y él representaban procedencias, formas de ser y de comportarse francamente distintas.

El más llamativo era, claramente, el clásico triunfador, o más bien triunfador reciente. Atildado en exceso,en su atuendo, en sus gestos, en su moreno de yate, latía claramente un mensaje: soy el xxxx amo, me lo llevo crudo, calentito. Un hombre hecho a si mismo que no paraba de repetir ante sus compañeros datos, cifras y logros, necesitando claramente que estos no olvidasen que estaba a su nivel, que se lo había currado. Y en se momento de la noche se decantaba por su reloj como pluma de pavo real a mostrar.

- ¿Os habéis fijado en el reloj que llevo? Este Polex es la madre de todos los relojes. Me ha costado un huevo, una cantidad innoble de dinero. Y el capullo de el aguanta profundidades de tropecientos metros. Muy pocos en el mundo pueden bajar tanto. Un instrumento de precisión. Una maquina. Vamos, un minisubmarino de lujo en la muñeca, una pequeña fortuna, pero que diablos, el dinero está para disfrutar. A ver si aprendéis, que no solo hay que saber ganar dinero, que saber gastarlo también es un arte.

El más mayor de la mesa le miraba sonriente, casi con displicencia. Tenía un cierto aire de patricio romano. Sin duda, en sus genes llevaba marcado el hecho de pertenecer a una familia que el ABC denominaría de rancio abolengo empresarial o, en definitiva, a la aristocracia del dinero. Por ello, en la respuesta, desde un principio, incluso antes de pronunciarse enteramente la primera palabra, ya flotaba un cierto aire de superioridad.

- Mira, creo que te equivocas. Sin duda tu reloj vale mucho dinero, pero desde luego no es mi taza de té. Este que llevo yo pertenece a una casa suiza mucho más discreta pero sin duda de mucho más prestigio, al menos para los entendidos. Como dice su lema, nunca uno de ellos es enteramente tuyo, sólo lo es el privilegio de conservarlo hasta la entrega a la siguiente generación. Y, entre nosotros es más que un lema. Lleva en mi familia tres generaciones. Mi padre me lo entrego el día en que me cedió la gestión del grupo y la carga emotiva que lleva aparejada supera con mucho las prestaciones que pueda tener el tuyo. Pero como todo esto pude resultar difícil de entender lo traduciré a magnitudes que entiendas. Es sustancialmente más caro que tu “maquina”, y desde luego menos vulgar.

Llegado ese punto se inició un rifirafe entre ambos, entre el dinero nuevo y el dinero viejo, entre el pelotazo y la tradición. Un cruce de pullas amistosas. Amistosas pero punzantes. Y cuando parecía que todo se quedaba ahí intervino el tercero, aquel que parecía con diferencia el más discreto de la mesa, el prototipo de español medio en el aspecto, si bien intelectualmente el más formado del grupo.

- Pues yo llevo un Lwatch. De plástico. Le debió costar a mi mujer unos 100 euros y creedme, entiendo lo de la carga emotiva que dice Pedro. Ella no pudo gastarse más ya que estábamos empufados para montar la empresa. El caso es que hace ya tiempo que podía haber tenido alguno parecido a los vuestros, pero le tengo un cariño de la leche. Me recuerda de donde vengo, quien me lo ha dado y lo que nos ha costado a ella y a mi llegar donde estamos. No quiero olvidarlo. Pero es que, además, yo como mucho hago el muerto en la piscina. No llevo a cabo inmersiones a esas profundidades que me comentas Ramón ( y no sabía que tu lo hicieses) Ahora bien, con mi reloj soy capaz de hacer cosas que vosotros no haríais.

Dicho esto último, se saco el reloj de la muñeca y agarrándolo de la correa lo golpeó contra la mesa con fuerza. El sonido resultó un aldabonazo en los cerebros de todos. El silencio se apoderó de la mesa mientras volvía a colocarse el reloj. Nadie decía nada, hasta que el mentado Ramón, balbuceando, se puso a hablar de los fichajes de Florentino.

En la mesa de al lado hubo un cruce de miradas cómplices, cargadas de simpatía hacia el hombre del reloj de plástico.

PD: Basado en hechos reales, convenientemente adaptados.


texto de El blog Salmón

http://www.elblogsalmon.com/emprendedores/de-relojes-y-empresarios

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En un contexto creciente de urgencias prácticas, de conflictos sociales y catástrofes ecológicas, económicas y políticas, los distintos actores sociales toman posiciones que renuevan tensiones clásicas, a la vez que plantean problemas inéditos, frente a los cuales el despliegue de la razón instrumental, encarnada en el desarrollo acelerado de la ciencia y la tecnología resulta impotente.
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